La obra cumbre del
escritor inglés John Wyndham, El día de los Trífidos, nos sumerge de lleno en
mundo apocalíptico muy particular donde, como en las mejores novelas del género
(y esta es una de ellas) la trama se enfoca casi directamente en las reacciones
y emociones humanas, en esa eterna cuestión de qué nos hace humano, y si el
paradigma de nuestra especie es bondadoso, cruel o pragmático.
Modificando mis
anteriores palabras, es totalmente plausible tachar lo de “genero”, ya que
todas las mejores novelas de la literatura dan en el clavo de lo que es ser
humano y exploran sus límites, no hace falta irse a los ejemplos de la ciencia
ficción. El “casi” es el medio en el que transcurre la novela, esas diferencias
sutiles entre ese mundo y el nuestro.
El protagonista, un
biólogo llamado Bill Mansen, despierta en un hospital tras una operación
óptica, encontrándose de lleno en un mundo diferente, un mundo donde todos los
demás están ciegos. Este arranque, tan homenajeado posteriormente, en títulos
como 28 Days Later o The Walking Dead, es uno de los iconos de esta novela.
La curiosidad humana es
la causa de esta situación: Todos los seres humanos del planeta, sea
directamente o por televisión, han estado atentos a un acontecimiento
astronómico inaudito: El paso cercano de un meteorito provoca un fogonazo de
luz verde que los deja a todos ciegos.
La verdadera naturaleza
del meteorito es puesta en entredicho durante la novela, si bien la verdadera
razón jamás es conocida: las diferentes teorías, concordes a la época en que se
sitúa y se escribe, pasan desde un arma secreta rusa hasta la invasión de
extraterrestres.
Quizás, dichas teorías no
anden lejos de la realidad. El meteorito no es producto de un ataque, ni son
seres extraterrestres los invasores. El giro que da la novela nos muestra la
crudeza del Darwinismo en su más cruel y
extremo ejemplo. Los Trífidos, plantas
modificadas genéticamente en laboratorios soviéticos para ser cosechadas por su
aceite y así sustituir a la gasolina (la crisis del petróleo estaba al acecho
en esa época), aprovechan la situación evolutiva para imperar sobre los
humanos. Libres de la vigilancia y el control de sus creadores, los Trífidos
pueden campar a sus anchas por toda la geografía, sobre todo en zonas boscosas
y con acuíferos, el reino contrario al del ser humano, hecho de hormigón,
asfalto y vidrio: las ciudades.
Los trífidos miden poco
más de dos metros de alto, tienen un aguijón venenoso con el que pueden cazar a
sus presas, por lo que tienen una dieta carnívora, y son capaces de
desenraizarse y moverse a voluntad. Al no poseer órganos visuales, los trífidos
toman una importante ventaja frente a los humanos cegados.
Pero los trífidos no son
sino la amenaza de fondo de esta historia: son los propios humanos, en el
intento de su supervivencia, los que crean las situaciones de mayor dramatismo
y ambigüedad moral. Pronto Masen y otros videntes tendrán que elegir entre
cuidar a los ciegos, sobrevivir por su cuenta, huir de las ciudades o
esconderse en edificios atrincherados. Los sistemas sociales son puestos en
prueba, como un hipotético feudalismo, e
incluso la idea de la familia y de las relaciones son puestas en entredicho.
Es sólo al final de la
novela cuando el problema de los Trífidos se hace patente como el más grave. La
mayoría de sistemas fracasan ante la predominancia de estos seres vegetales.
Sólo aquellas islas alejadas del continente pueden sobrevivir a la invasión de
los Trífidos.
Alejándonos de la trama,
podemos ver como la novela indaga en la manipulación genética en beneficio de
los humanos, sin una preocupación biológica y medio ambiental del acto. En las
especies invasoras que alteran los ecosistemas cerrados, así como los cambios
que se producen en ellos (la novela cuenta que, en poco tiempo, la vegetación y
la fauna se apodera de las ciudades y carreteras). El problema energético de
los combustibles fósiles también es mencionado, puesto que los Trífidos son la
supuesta solución para la falta de petróleo,
aunque para ello haya que cultivar grandes extensiones en Sudamérica o África,
lo que también supone una modificación brutal de los territorios en superficies cultivables
(como la desaparición de los desiertos o las talas de las selvas).
En el ámbito sociológico,
la paranoia del ser humano, sobre todo en el tiempo de la novela, directamente
posterior a la Segunda Guerra Mundial, es puesta en relieve. Los británicos
piensan que el causante es la Rusia soviética,
el bloque enemigo de la guerra fría, pero creen que no deben preocuparse porque
“los americanos llegaran”, creyendo que volverán a salvarles como lo hicieron
en la anterior guerra, ya que son la punta del bloque capitalista. El poder de
los medios de comunicación, que provocan que todos estén contemplando un mismo
fenómeno, el derrumbe de la sociedad al cambio de un paradigma y por el egoísmo
de la supervivencia, todo ello explora las claves del ser humano.
Todo ello en vano, pues el
mañana será el día de los Trífidos.
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