martes, 11 de diciembre de 2012

Eco-Sci-Fi 4: The Embedding



Una de las novelas más estimulantes de la New Wave en la ciencia ficción es Empotrados, ópera prima del inglés Ian Watson.  Toca, como buena ciencia ficción de los setenta, muchos ámbitos dispares, como son la antropología, la lingüística, la contaminación, las drogas, la ufología o la política. Basándose en todas estas inusuales ramas de la ciencia, en vez de la física, la astronomía o las matemáticas y otras de carácter técnico, Empotrados es una novela atípica dentro del género. Sigue siendo científico, ¿no?

El lingüista Chis Sole lleva un experimento condicional mediante cuatro niños dotados, dentro de un entorno artificial creado para ellos. Dentro se enseña una extraña derivación del inglés reestructurado gramaticalmente. Está autoempotrado, condensado de alguna forma para que la información sea continua y el lenguaje aprovechado al máximo, sin “palabras basura” intercaladas entre los significados importantes. Es un inglés imposible de hablar para las personas comunes, que abusan de formulas sociales y otros elementos superfluos del lenguaje. 



A su vez, el antropólogo y conocido de Sole, Pierre Darriand estudia a la tribu amazónica de los Xemahoa, y ha descubierto que usan dos tipos de lenguaje, el cotidiano, y otro ceremonial, que utilizan bajo los efectos de una droga, llamado Xemahoa B.

Pronto se produce la deducción de que el Xemahoa B es un lenguaje autoempotrado surgido de forma natural.

Pero los Xemahoa y su entorno están amenazados por los peligros de la tala indiscriminada y la creación de un gran embalse en la cuenca del Amazonas que el gobierno de Brasil pretende construir animado por los Estados Unidos. Las decisiones políticas nada tienen que ver con estos xemahoa, que a cualquier extranjero llaman Caraiba, sin importar su raza, credo, nacionalidad o pensamiento político. El propio Darriand se cuestiona su identidad marxista al quedarse maravillado por aquellos rituales tan místicos de esta tribu amazónica.



Y eso que el Amazonas ya era un lugar frágil antes de ello: la Fordlandia de Henry Ford, las explotaciones de caucho, Belterra… pero la creación de este mar interior, talando el arbolado y recubriendo la tierra con plásticos anaranjados, la construcción de un dique con sus turbinas, sus canalizaciones, sus generadores eléctricos… ¿Cuántos árboles desaparecerían? ¿Un millón? ¿Mil millones? Nadie puede contarlo. Los manglares se convertirían en lugares para almacenar el excedente de agua, los mapamundi tendrían que ser cambiados.

Incluso la resistencia brasileña contra este proyecto es un obstáculo para estos xemahoa, que deben sobrevivir a verse involucrados y conducidos hacia un bando de una disputa de la que ellos nada saben.

Lo que los xemahoa entienden son sus ritos. Sus costumbres, la propia selva con sus animales y plantas. Una cacatúa no es sólo un ave, también es el número de sus plumas y la virilidad de su tocado, el sonido que produce entre las ramas y el nombre con el que se denomina su especie.
El mito de la creación se explica con troncos, piedras, serpientes y hojas. Los xemahoa viven incluso en simbiosis con el maka-i, el hongo que actúa de droga en sus rituales: ellos comen la tierra del hongo y el hongo come su tierra.  O lo que es lo mismo. El hongo es abonado con sus excrementos.

Y esa es la forma en que los xemahoa y su bruxo combaten sus peligros: mediante su lenguaje empotrado, sus costumbres y su comprensión del lugar. No con cerbatanas y dardos envenenados. Los científicos protagonistas van dándose cuenta de ello y aprendiendo de los xemahoa sobre el valor de todo esto, dando una clara lección sobre la simbiosis con  la selva, con el lugar.


¿Y cuál es el elemento ufológico?  Los Sp’thra han llegado a las cercanías de la Tierra, y el gobierno de los EEUU ha contactado con ellos, siendo la primera vida alienígena conocida, aunque el hecho se mantenga en secreto. Sole es llamado por la CIA para comprender el lenguaje de estos, aunque son ellos los que aprenden enseguida el inglés, ya que tienen mayor facilidad debido a su naturaleza. Son una suerte de extraterrestres comerciantes que buscan sólo una cosa: cerebros de todas aquellas razas que visitan, para comprender de una manera objetiva el universo, un universo que ellos ven a su manera subjetiva igual que los humanos a la nuestra. Y todo ello en busca de un ser omnisciente y objetivo que se supone los visitó hace largo tiempo, y que los humanos de la novela identifican con Dios. 

El cerebro que necesitan debe ser uno que resuma y condense al ser humano, y no tardan en señalar al de los Xemahoa, con su capacidad para el lenguaje empotrado, como el más idóneo para esa tarea: un cerebro xemahoa a cambio de tecnología extraterrestre. Un buen trato para los Estados Unidos.

Y es de esta forma tan amoral del ser humano, de los gobiernos y las políticas, de los intereses comerciales y bélicos, como se salva el pueblo de los Xemahoa de su destrucción. Se paralizan las obras del gran embalse para preservar su raza, puesto que es una importante moneda de cambio para con estos mercaderes extraterrestres llamados Sp’thra.








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