¿Sueñan los androides con
ovejas eléctricas?
Aparte de tratar el tema
de la identidad humana a través de sus límites, como lo son los androides
“replicantes”, en esta novela de Philip K. Dick, inspiradora de Blade Runner,
aparecen una serie de elementos que pueden ser enfocados desde el prisma
medioambiental:
La radiación. Este fantasma de fondo, enemigo de
la humanidad y el planeta, transcurre como un marco en toda la novela. La Tierra está despoblada, en parte por las
consecuencias de la guerra nuclear, en parte por las emigraciones a otros
planetas no contaminados por la radioactividad. “Emigra o degenera. Elige” es
el anuncio que todos los días y a todas horas hace la ONU desde las
televisiones. Y es que la lluvia, y sobre todo, el polvo radiactivo, provocan
mutaciones, enfermedades,
esterilidad, perjuicios en el ADN…
La poca gente que vive en
la Tierra, en edificios vacios y abandonados, está condenada a la extinción. Se
cuidan de salir a la calle, protegidos por gafas, guantes y paraguas para la lluvia
ácida. Los varones se protegen los genitales con una coquilla de plomo para no quedarse
impotentes.
Este hecho provoca los
demás puntos “en contra de la ecología” de la novela:
La radiación ha provocado
que todas las especies del planeta estén extintas o en grave peligro de
extinción. Existe una cultura, basada en
la gravedad de la situación, en torno a la sacralidad de los animales. Todo el
mundo debe tener un animal para cuidarlo, siendo su posesión más valiosa,
incluso por encima de su familia. «A esa cabra
[...] la quieres más que a mí. Y probablemente más que a tu esposa». Si el animal es genuino, el estatus social del
dueño es elevado. Se compran basándose en modas según la revista Sydney, donde
aparecen los animales que aún existen y el precio de los ejemplares extintos.
Pero hay otras posibilidades más económicas: Los animales eléctricos.
Quien no pueda costearse un animal auténtico (es decir, la mayoría de la
población) se conseguirá un androide animal (creado por las mismas compañías
que fabrican replicantes) que sólo necesitará electricidad para “vivir” y que
parecerá uno autentico a ojos de sus vecinos.
Preguntar si el animal de una persona es orgánico o androide es como averiguar si los dientes, el pelo o los órganos internos de una persona
son genuinos.
El Kippel
es otra de las ideas clave de la novela, que nos habla de este mundo desgastado
por el desarrollo de la humanidad. Es una actitud filosófica sobre lo material,
sobre el tiempo y sobre los ciclos vitales. La primera regla del Kippel es: el
Kippel expulsa al No-kippel.
«Kippel
son los objetos inútiles, las cartas de propaganda, las cajas de cerillas
después de que se ha gastado la última, el envoltorio del periódico del día
anterior. Cuando no hay gente el Kippel se reproduce [...] cada vez hay más».
«Nadie
puede vencer al Kippel, salvo, quizás, en forma temporaria y en un punto
determinado, como mi apartamento [...]. Pero algún día me iré, o moriré, y
entonces el Kippel volverá a dominarlo todo. Todo el universo avanza hacia una
fase final de absoluta Kippelización».
«Este
ensayo terminará, la representación también, los cantantes morirán y finalmente
la última partitura de la música será destruida de un modo u otro, el nombre de
Mozart se desvanecerá y el polvo habrá vencido, si no es en este planeta en
otro cualquiera. Sólo podemos escapar por un rato. Y los andrillos pueden
escapar de mí, y sobrevivir un rato más. Pero los alcanzaré o los hará otro
cazador de recompensas. En cierto modo -observó-, yo soy parte del proceso de destrucción
entrópica. La Rossen Association crea y yo destruyo. O al menos, eso debe
parecerles a los androides».
Esta forma de pensar es debido al
despoblamiento de la Tierra: Los muertos de la guerra y los colonos que emigran
dejan sus casas, sus posesiones, los elementos no vitales y sin importancia de
sus anteriores vidas. Pero aún es más: habla sobre los elementos desechables,
sin uso, con una vida fugaz como pueden ser los embalajes, los clínex, las
botellas de plástico, los tickets de metro… objetos que han sido creados para
ser devaluados en cuanto se usan, que ni siquiera tienen valor intrínseco, que
vienen agregados al objeto de importancia.
Esto casa sobremanera con todos los
problemas que se exponen en Cradle to Cradle, donde el problema de los objetos
que van de la cuna a la tumba se hace evidente. Incluso Deckard se transforma
aquí en la parte de un proceso final, el de los replicantes.
Y también se incurre en una tercera
observación: Sin seres humanos, el kippel lo dominará todo. No se ve a los seres humanos como el causante
de ello, sino como potenciadores de los elementos que existen, como clave para
su puesta en valor. Aunque también puede ser tomado como un centrismo del ser
humano, al ver los objetos como importantes sólo por su utilidad. Pero se puede
sacar positivamente el pensamiento de que somos los seres humanos los que
mantenemos los ciclos vitales. Sin seres humanos, las cosas van de la cuna a la tumba. Con ellos, duran para
siempre.
Un tercer tema, asociado
tanto a la decadencia de la Tierra como al paradigma de lo real versus lo
ficticio, es el Mercerismo. Un
movimiento religioso/filosófico imperante centrado en la figura de Wilbur
Mercer, un hombre de antes de la guerra. Mercer se esfuerza en revertir la
putrefacción, la decadencia con la alegoría de una cuesta que ha de subir hasta
alcanzar la cima. Desde lo alto, sus adversarios lanzas piedras para frenar su
ascenso, y el ciclo vuelve a empezar.
Los seguidores del
Mercerismo, en la novela, se conectan a una “caja de empatía”, un elemento
eléctrico que altera o provoca estados emocionales a disposición del usuario.
Cuando se conectan a Mercer, sienten que son ellos los que escalan hacia la
cumbre. Para el Mercerismo, compartir las emociones es el mayor acto de la
vida. Guardárselas es inmoral.
En contraposición, el
amigo Buster es un presentador que emite las 23 horas en televisión y varios
programas de radio, y suele atacar al mercerismo y a toda su filosofía, al
parecer, sin consecuencia ninguna.
La realidad velada
propone que ambos personajes, ambos aspectos de la sociedad son simplemente
falsos, seguramente basados en dos replicantes, debido a la inmortalidad y
permanencia de éstos. El uno representa la religión, como un sentimiento de
culpa y una penitencia por la situación del planeta. El otro, la representación
de lo banal y consumista, la despreocupación de todo tema importante.
Son dos posturas
equiparables a las que exponen en Cradle to cradle, donde ni la manera de
pensar de muchos empresarios, intentando explotar los recursos lo máximo
posible sin prever las consecuencias, ni la de los activistas acérrimos que se
toman la defensa del medio ambiente como un castigo espiritual, que ven en el
ser humano la causa de todos los males (cuando, como vemos con el kippel, el ser
humano propicia que lo inútil no exista)
¿Cuál es la solución?
¿Emigrar a otros planetas donde la vida para el ser humano no es tan apta?
¿Quedarse en una Tierra contaminada por la radiación, a expensas de la salud
genética del ser humano? ¿Cuidar de los animales como si fuesen los objetos más
sagrados y valiosos, hasta que el último de ellos desaparezca? ¿Vivir en la
ficción o en la realidad, sin innovar, hasta que el kippel lo domine todo?
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