No es la mejor novela de
Frederik Pohl (para eso están Pórtico o Mercaderes del espacio, de los que ya
hablaremos) pero es una de las que de la aparente sencillez de su argumento se
puede extraer una serie de reflexiones, entre ellas ecológicas, de las que aquí
nos ocuparemos (además de relanzar la carrera de Pohl).
Pero pongamos en
situación: En un futuro una Guerra Fría (no exactamente la misma) se está
descongelando. Los dos grandes bloques protagonistas son EEUU y el Nuevo País
Asiático. La guerra nuclear está a menos de un minuto de las doce. Los
programas secretos del gobierno estadounidense lo tienen claro: colonizar Marte
puede ser la única esperanza para la humanidad, para el Mundo Libre, como diría
el presidente Dash (para el capitalismo de barras y estrellas de EEUU, si queréis
leer entre líneas). Pero Marte es hostil para el ser humano.
Se pueden determinar dos
soluciones, al estilo de nuestro refrán sobre Mahoma y la montaña, como otros
críticos apuntan: Si no podemos terraformar Marte, podemos convertir al ser
humano en marciano. (Podéis ver un
problema ecológico aquí: ¿el medio ambiente debe ser modificado para el ser
humano, o es el ser humano el que debe adaptarse al entorno?)
¿Va de eso Homo Plus? El
protagonista, Roger Torraway, científico, militar, candidato a homo plus, ha visto
como el primer sujeto a prueba muere de shock por incompatibilidad.
¿Incompatibilidad con qué? Torraway va a ser convertido en un ciborg, en un ser
mitad humano mitad máquina, adaptado a la atmósfera, gravedad y radiación de
Marte. Se le cambiará la piel, se le implantaran ojos mecánicos, las
articulaciones y la musculatura se reforzarán, los pulmones podrán respirar
aire marciano, las alas de placas solares le dotarán de la energía necesaria
además de permitirle planear, el nuevo sistema digestivo le abstendrá de la
necesidad de alimentarse…
¿Va de eso Homo Plus? No,
por supuesto que no. Homo plus no va de una posible guerra nuclear, ni va de la
colonización de Marte, siquiera va de la capacidad para transformar un hombre
en ciborg. Homo plus es el propio Roger, sus sentimientos, su psicología, su
mundo interior, sus miedos, sus relaciones humanas con los otros personajes, su
inhumanización progresiva.
La promesa de la
reversión a un estado humano, el amor por su novia y la convicción de que el
mejor destino para la humanidad es que su país colonice Marte son las causas
por las que Roger Torraway mantiene su fe particular.
Pero Torraway ya no será
hombre, será marciano. Un monstruo castrado que sólo causa miedo a su novia, lo
que se macla perfectamente con su infidelidad. Los hombres tienen fe, pero los
marcianos no, y por eso las conversaciones con el padre Kayman serán tan
interesantes.
Los últimos capítulos sitúan
al Homo Plus (poco queda de Torraway) y a sus compañeros astronautas en Marte.
Sus capacidades son puestas a prueba. Los problemas técnicos aparecen, aunque
el nuevo cuerpo de Roger funciona perfectamente en el ambiente marciano.
Os dejaría con la
incógnita del final, pero al menos he de comentar un par de cosas. Roger, que
ya no es Roger, decide quedarse en la arena roja. Pertenece a Marte, y ya ha
dejado a la humanidad atrás. Por fin descubrimos quién estaba detrás del
narrador omnisciente, que a veces comenta y opina durante la obra. Por fin
descubrimos quién es el enemigo, y no es ni EEUU ni Asia. El enemigo no es
humano ni extraterrestre, ha evolucionado sin que nos demos cuenta, y ha
dispuesto todo para conquistar Marte y más allá, y eso incluye al Homo Plus. La
posthumanización es el futuro.
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