Amnesia
He perdido mi memoria.
Dónde la olvidé o quién me la quitó, es obvio que no lo sé. Allí estaba guardada
mi vida entera, mi profesión, todos los sitios en dónde había trabajado desde
mis modestos inicios hasta dondequiera que haya llegado en mi madurez. Mis
estudios, que algunos pensarán, imagino ahora, que fueron largos, duros e
interesantes, y otros seguramente dirán que les resultaban infantiles y
aburridos. Yo no lo sé, y para colmo he perdido mi memoria. Creo que estaba
tomando café cuando pasó, pero no estoy seguro de ello. Me parece que era una
de esas cafeterías donde los ejecutivos corporativos desayunan en horas
laborables. Pero de esas hay demasiadas ¿El camarero era chicano? No, no me
acuerdo en absoluto.
Mierda. Ahora que lo
pienso, el trabajo es lo de menos. He perdido todas las imágenes de mi vida,
las de los viajes que hice al extranjero ¿Con quién fui a París? Parece que fue
hace mucho tiempo, perdido entre la bruma. Todos los recuerdos con mi familia se han
borrado. Los rostros que tenían cuando eran jóvenes, cuando éramos jóvenes. Las
bodas a las que fui y las parejas que tuve. Mi propio rostro se ha perdido
junto a mi memoria.
Estoy aquí en medio de la
calle, y no sé a quién llamar, porque los teléfonos de todos a los que conocía
los había memorizado. La gente pasa a mi alrededor, ignorándome, igual que yo
ignoro los datos de mi propia vida.
Entro en el primer
comercio que veo. La calle está atestada de carteles y anuncios,
sobreexplotando mis sentidos, así que la que elijo no la elijo por nada en
concreto. Lo que vende es lo que venden todas las tiendas de un tiempo a esta
parte: el todo y la nada. A mí me parece que siempre ha sido así, pero un
pinchazo en mi sien me insiste en que antes había distinciones según los
productos que vendían. Pero eso no
importa, porque sé lo que necesito.
He perdido mi memoria.
Ahora voy a comprar otra de 256 GB.
M.G. Villarrubia
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