domingo, 21 de octubre de 2012

Eco-Sci-Fi Proyect




Si los poetas son los legisladores no reconocidos del mundo, los escritores de ciencia ficción son sus bufones de corte. Somos Payasos Sabios que podemos saltar, dar cabriolas, hacer profecías y rascarnos en público. Podemos jugar con las Grandes Ideas porque el extravagante colorido de nuestros orígenes de revista barata nos hace parecer inofensivos.

Y los escritores de ciencia ficción tenemos siempre la posibilidad de retozar alegremente: ejercemos influencia sin tener responsabilidades. Son muy pocos los que se sienten obligados a tomarnos en serio; y no obstante, nuestras ideas se filtran en la cultura, la recorren burbujeantes, invisibles, como una radiación de fondo. [...]

Bruce Sterling, prefacio a Quemando Cromo

¿Por qué usar la ciencia ficción como herramienta para comprender el ecologismo?, sería una de las preguntas más afortunadas que podríamos hacer al proyecto que estoy llevando a cabo. Sterling nos contesta en parte: la ciencia ficción, aunque pueda ser tratada como pulp y menospreciada por la amplia mayoría de la sociedad, constituye una de las vetas más fecundas en materia de ideas de cualquier índole, desde científicas a sociológicas, desde la crítica política a la psicología freudiana. A menudo siendo punta de lanza en sus tratamientos. Todas estas ideas acaban filtrándose en la sociedad, como fantasmas de baja ralea, y al final los más profanos en ciencia ficción manejan sus conceptos con la maestría de la sociedad de masas.

 Y la ecología es una de las ramas más visitadas.

Cómo no va a serlo, si uno necesita crear todo un ecosistema para explicar un determinado mundo, o hacer una crítica sobre los problemas científicos o sociales que vendrán en el futuro, así como las temidas catástrofes naturales. Explicar el contacto con especies alienígenas, o la bioingeniería cyborg. Razonar los detalles más nimios del viaje espacial, ese arte tan milimétrico y calculado, que debe ser totalmente sostenible. La comida, el aire reciclado, la propulsión y la captación de energía. La forma de colonizar y terraformar los planetas.

Hay que tener cuidado, y no interpretar la ciencia ficción como un futuro obligado, sino, en la mayoría de veces, como una advertencia: Esto podría pasar. La ciencia ficción aporta hipotéticas soluciones, pero aún mayores problemas posibles. 

Y en esto, uno de los autores patrios más importantes, Domingo Santos, plantea que esta influencia en la sociedad de la ciencia ficción ecológica es discutible:

Si ha servido para concienciar, ha sido en una medida muy pequeña. El hombre de la calle mantiene una grave contradicción: arregladme el planeta, dice, pero no me quitéis todo lo que he conseguido hasta ahora, no me dejéis sin nevera, sin televisor, sin coche. En este marco, la literatura puede ser poco más que un testimonio.

En cierto modo ejercen el curioso efecto de tranquilizar conciencias, al presentarnos unos relatos del futuro tan pesimistas que podría interpretarse que nos podemos dar con un canto en los dientes con el estado actual de las cosas.

Pero no es así, y la ciencia ficción constituye un marco teórico irrepetible para plantear las ideas, posibilidades y problemas del ecologismo, y basta echar una pequeña mirada para cosechar conclusiones muy interesantes y diversas.  Los libros de ciencia divulgativa, los manuales técnicos o los panfletos ecologistas no son capaces de enseñarnos (o sumergirnos) una concepción básica del ecologismo, y mucho menos entretenernos con un argumento literario que hilvane todas esas ideas. Nada puede impactar más que un mundo en el que los casquetes polares se han derretido, la gente usa mascarillas para la radioactividad mientras se muere de hambre a causa de la superpoblación y la extinción de los ecosistemas. 

La ciencia ficción se basa en las ideas sobre el futuro. Y el futuro es ahora.

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