viernes, 4 de enero de 2013

Eco-Sci-Fi 5: Rendezvous with Rama




Cita con Rama es una de las obras más celebradas del género de la ciencia ficción dura, de la mano del inigualable Arthur C. Clarke (aquel que nos traería también, entre otras proezas, la genial 2001: Odisea del espacio, tanto la versión impresa como la fílmica).

En esta ocasión, Clarke parte del impacto de un asteroide contra Italia durante el 2077 en la que se pierde prácticamente todo el legado de la cuna occidental de la humanidad (Padua y Verona borrados totalmente, Venecia hundida sin remedio) para situarnos en un futuro donde el Spaceguard, un sistema de detección temprana de asteroides se encarga de vigilar todos los rincones del Sistema Solar para que la tragedia no vuelva a ocurrir. (La irónica retrocontinuidad y el trasvase a la realidad harían que posteriormente, en 1992, el gobierno de los EEUU autorizara a la NASA a fundar el Spaceguard, impelido por el interés que despertaban las películas apocalípticas made in Hollywood)

Gracias al Spaceguard de la novela, un extraño asteroide es descubierto adentrándose en el Sistema Solar en una trayectoria rectilínea, dirigiéndose directamente a nuestro Sol. El asteroide es llamado Rama, en honor al Dios Hindú (los nombres grecorromanos han sido ya explotados en la nominación astronómica). Pronto se descubre que es en realidad un cilindro perfecto: 20 Km de diámetro por 54 Km de largo, y de un material desconocido: el primer contacto con una nave alienígena.

La Endeavour, que comparte nombre con el navío del capitán James Cook, es enviada, aprovechando su cercanía, directamente al misterio de Rama. Lo que encuentran, tras pasar por tres compuertas idénticas en uno de los polos del cilindro, es un mundo artificial interior que aprovecha la “gravedad” creada por la “fuerza centrífuga” o inercia (como bien nos hace recordar en boca de uno de los científicos, las dos primeras son ilusorias) de la rotación del cilindro a 0,25 rpm.  Esto hace que la gravedad sea mayor en la superficie del cilindro y nula en el eje del mismo, entre los cuales se situaría la atmósfera.  

(El concepto es parecido al que luego sería apodado cilindro O’Neill o Isla III de forma independiente, aunque con ventanas y espejos, y actuando a pares para contrarrestar el efecto giroscópico.)

Por, ello, cuando la tripulación del Endeavour, comandanda por el capitán Norton, baja por una de las tres colosales escaleras que parten desde el centro de la circunferencia por donde han accedido, la dificultad es añadida: bajar en un principio a gravedad cero e ir sintiendo la atracción cada vez mayor conforme se va descendiendo.  Los escalones varían de proporciones según la sección, acomodándose a la variable, pero obviamente este tipo de escaleras sólo sirven realmente para subir. Deslizarse por el pasamano es la opción adecuada para bajar.



Aunque la primera exploración de Rama se hace en total oscuridad, lo que parecían ser tres gigantes zanjas de regadío llenas de un extraño material inusitadamente liso finalmente se encienden como los soles que son.  

La orografía de Rama es revelada en el nuevo día sin noche: extrañas “ciudades” se reparten, aunque los edificios son tan lisos e impenetrables como todo lo demás en Rama. A media altura, el apodado Mar Cilíndrico divide el norte y el sur, con la denominada Nueva York en el centro: una ciudad misteriosa con pulidos edificios que recuerda a Manhattan, aunque no haya puertas ni ventanas, y, al contrario que las ciudades humanas, haya sido diseñada desde un principio: simétrica, perfecta, triplicada en fractal hasta la saciedad.

La verdadera Nueva York, como todas las ciudades del hombre, nunca había sido terminada, y aun menos proyectada de antemano.



Con este amanecer tras miles de años, y por la mayor cercanía de nuestro Sol, dicho mar se descongela, al contrario de lo común, desde las profundidades hasta la superficie (primero se calientan las paredes exteriores del cilindro, y pronto se producen las primeras bacterias anaeróbicas: el mar es una sopa primordial que evoluciona a ritmo acelerado. 

Además, las diferencias de temperatura y el efecto Coriolis crean los primeros vientos en milenios, las primeras nubes, las primeras lluvias, los primeros huracanes.

Pero el ecosistema se vuelve a estabilizar, y los astronautas exploran todo el extremo norte, incluyendo más adelante el mar y la isla de Nueva York (intentando por todos los medios no caer en el agua, infestada de bacterias que podrían ser letales)

En el extremo sur un afilado cono, como una aguja gótica, rodeada de otras seis de menor tamaño, ruge del centro de la circunferencia hacia el interior del eje. Uno de los astronautas, equipado con un vehículo ligero llamado Libélula, descubre, al volar en gravedad cero a través del eje, la electricidad estática, el electromagnetismo y las llamaradas del aumento de energía: Rama controla sus movimientos, es un gran motor que no emite radiación ni combustión, inexplicable para el ser humano.



A la vuelta, la Libélula pierde altura por estos efectos del supuesto motor. Cae hacia el extremo sur del planeta artificial. Allí descubre una extraña forma de vida, el primer contacto, aunque aún no sabe si es animal o robot. Una especie de cangrejo que enseguida recoge la libélula y la tritura como desecho. Otros sucesos le siguen: pozos inexplicables, un ajedrez de texturas y materiales diversos, el rescate del astronauta por parte de la tripulación.  

Como curiosidad, la costa sur esta distinguiblemente más elevada que la norte, lo cual se explica por las marejadas que produce un cambio de rumbo del cilindro. Además, barreras equidistantes en dirección del eje guardan el lecho marino para que las olas producidas no sigan reproduciéndose y creciendo indefinidamente.

Otros seres orgánicos aparecen, cada uno con una función específica. Cuando descubren uno muerto y lo diseccionan, averiguan que dichos seres tienen funciones muy puntuales, no poseen órganos digestivos ni reproductivos, y la fuente de su energía es una especie de panal como los que tienen las anguilas eléctricas. Son biots, robots orgánicos creados por una inteligencia superior para que interactúen con una función específica en el ecosistema perfecto de Rama.

Es interesante además saber de las acciones paralelas que se suceden: la reunión de científicos de los Planetas Unidos: Mercurio, Tierra, Luna, Marte, Ganímedes, Titán y Tritón, aunque los debates en torno a que la mayoría no son planetas, y a las zonas sobre las que tienen control subsisten. La forma de reunirse, con los minutos de diferencia entre planetas también tiene su miga. Lo que en un principio empieza siendo una sucesión de teorías, cálculos, y posicionamiento de disciplinas, acaba como un conflicto político, ya que Mercurio duda de la hostilidad de Rama. Al estar dentro de su órbita lo consideran dentro de sus dominios, y peligroso, pues puede tanto afectar al Sol como alcanzar el perihelio y convertirse en un nuevo planeta que desestabilice el sistema. Por lo que deciden lanzar un cohete con una cabeza nuclear.

Las repercusiones de la estupidez humana domina el último tercio de la novela. El capitán Norton debe abandonar Rama antes de que el cohete llegue o de que se precipite muy cerca del Sol y se produzcan variaciones súbitas. Mientras, logra que uno de sus tripulantes desactive dicha bomba acercándose en el vacío, frustrando todos los planes.

Pero al final, Rama no explota ni se convierte en un nuevo planeta, ni destruye el Sol. Pasa muy cerca de él, tan cerca como ningún humano se imaginara, y lo hace para sustraer energía y materia, para renovarse y seguir su viaje de miles de años, indiferente al ser humano. Nunca más los ojos del hombre verán la majestuosidad de Rama.

Pero los ramanes lo hacen todo por triplicado.

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