martes, 14 de diciembre de 2010

Hablando de Torvalds


Linux nació como un sistema operativo libre, libre de cambio, abierto a la constante mejora y adaptación al usuario partiendo del propio usuario. Siguiendo la iniciativa de Torvalds, lo ideal sería que, al igual que Linux llamó la atención suponiendo una alternativa de enriquecimiento intelectual y ampliación en el campo de conocimientos del mundo de la programación para los informáticos, la fabricación digital lo fuese para nosotros.
Así pues, ésta debe suponer una especie de “cebo”. Debe convertirse en una herramienta que sea verdaderamente necesaria para “algo”.

El hecho de encontrar un colectivo interesado, (al igual que los informáticos con Linux) que pueda actuar sin ánimo de lucro, y simplemente pretenda aportar conocimientos a la comunidad con el objetivo de ampliar la visión sobre la fabricación digital “pura y dura”, es tarea difícil. Sin embargo, si la fabricación digital satisficiese una necesidad o ayudase a algún colectivo al que las herramientas tradicionales le resultaran imprecisas, le supusieran una labor tediosa o un gran gasto de tiempo, esta podría resultar atractiva.
En nuestro caso, deberíamos responder qué puede tener de interesante la fabricación digital para un estudiante de arquitectura. Vamos a fabricar por y para nuestro colectivo.
La cuestión es que es fundamental una motivación para favorecer que haya contribuyentes en esta área de conocimiento.

Aunque no se jerarquice al estilo de las empresas tradicionales, lo que se puede jerarquizar es la manera de hacer circular el “libre tráfico” del que Torvalds habla, es decir, procurar, por ejemplo, que los instrumentos siempre estén a mano de aquel que los necesite para elaborar su propuesta. Atraer de alguna manera la atención de entidades o personas que tengan en su poder dichos instrumentos y quieran darles uso… y hacer un esquema que garantice que todo funcione fluidamente.
Ejemplo:


Ahora bien, debemos tener en cuenta algunos aspectos a la hora de gestionar esta libertad, para ello deberíamos hacer un estudio de la clase:
Por ejemplo, lo ideal sería que todos nos expresáramos de forma abierta para hacer más fluida esta libertad, sin embargo, no todo el mundo tiene superada su timidez aunque tenga buenas ideas. Por lo general en clase tampoco se percibe una “potente” intención de debate. Es posible que la simple implicación de hablar en público, entorpezca un flujo de ideas más contundente para el proyecto que si solo se tomaran en cuenta las ideas expresadas en voz alta.
Relacionándolo con el texto de Lakhhani y Panetta, la nota en la asignatura, al igual que un salario en un empleado, supone que la tarea se convierta en un desafío, y al no ser realizada por puro placer de contribución a la materia, crea ansiedad o aburrimiento, y esto entorpece el proceso de  “innovación distribuida”:
“…Los Participantes no pueden ser "manejados" en el sentido tradicional de la palabra.
Es decir los directores "simpáticos" no han de reclutar al personal, ofreciendo incentivos por el duro trabajo, dividiendo tareas, integrando actividades...” de aquí la importancia de lo que antes hablábamos: encontrar una motivación para favorecer que haya contribuyentes, hacer un trabajo “divertido”, es fundamental.

Las empresas tradicionales privatizan toda la información de la que se lucran, métodos, fórmulas secretas... Obstaculizan la libre circulación de conocimientos que nos podrían hacer crecer intelectualmente a TODOS.
Hacer público todos y cada uno de los conocimientos, es decir, que todos estos queden al alcance de todos, supondría un avance gigantesco para la sociedad. Así pues, los proyectos que se lleven a cabo aquí, deberían estar al alcance, no solo de nuestra clase, sino de toda la universidad y de cualquier interesado ajeno a ella. Que tenga la posibilidad de obtener y mejorar lo hecho y contribuir al crecimiento, a la constante innovación distribuida.
En esto reside el éxito de la propuesta de Torvalds, sin embargo no deja de ser un modelo utópico para el tiempo en que nos toca vivir, donde el “Poder” es el objetivo y este solo es alcanzable para los pocos que disponen de información privilegiada. Las empresas privadas elaboran productos que tratan de satisfacer nuestras necesidades, pero no siempre lo hacen, al fin y al cabo, se trata de un solo cerebro o equipo el que reflexiona sobre lo que el conjunto de la sociedad necesita y no es tan efectivo como que “la sociedad reflexione para la sociedad misma” que es el modelo que quiere llevarse a cabo.
Además las propuestas en el modelo tradicional se lanzan a un ritmo torpe comparado con este modelo.
En nuestro caso, el compartir información y conocimientos sobre fabricación digital entre toda la clase es lo que debería ser premiado. Y no la competencia entre los pequeños grupos.

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